TRASTORNOS GRAVES DE CONDUCTA
Todos los niños y niñas pueden ser negativos y tercos de vez en cuando, tener explosiones de ira y utilizar la agresión en determinadas ocasiones para resolver problemas, pero esto no quiere decir que tengan un trastorno. Estas conductas son propias del desarrollo evolutivo, son parte del crecimiento y del proceso para aprender a ser independiente.
La mayoría aprenden que habrá consecuencias si se niegan a escuchar y obedecer a sus adultos responsables, si tienen rabietas o pegan a los demás. Pero algunos actúan enojados, desafiantes y agresivos a pesar de las consecuencias. Si esta conducta es severa y permanente en el tiempo, podría ser un signo de la presencia de un trastorno disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta.
Una conducta problemática es aquella que, por su exageración, déficit, persistencia, o inadecuación, afecta negativamente a la relación del niño/a con el entorno, interfiriendo en su desarrollo personal y afectando a su competencia académica, familiar y/o social. Desde el punto de vista del entorno social, estas conductas problemáticas implican actitudes y hechos contrarios a las normas de convivencia que impiden en menor o mayor medida la existencia de orden y clima adecuados.
Hablamos de una conducta problemática cuando esta:
Presenta una frecuencia exagerada
Persiste en el tiempo de una manera estable
Afecta negativamente a la persona que lo muestra interfiriendo en su desarrollo personal, social, curricular…
Repercute negativamente en el entorno (familiar, escolar y social)
No se explica desde las condiciones propias de la etapa evolutiva (edad de desarrollo) de la persona
La importancia de las consecuencias de las conductas problemáticas radica en que pueden:
Llegar a amenazar la salud y la seguridad de quien las muestra y de quienes las sufren y observan
Generar en los adultos respuestas coercitivas (no educativas) desmedidas y desproporcionadas (castigos, expulsiones …)
Ser una fuente muy potente de estrés (para adultos y compañeros)
Generar aislamiento y exclusión social
Requerir supervisión continua: centrando la intervención en la conducta y sustrayendo los esfuerzos necesarios en otros ámbitos de enseñanza y aprendizaje
Empeorar si no se adoptan las medidas adecuadas.
Para valorar si la presencia de ciertos rasgos en la conducta del alumnado son indicadores de la presencia de un trastorno grave de conducta, tomamos como referencia el DSM-V (2013), que es un sistema de clasificación de los trastornos mentales que proporciona descripciones de las distintas categorías diagnósticas. Finalmente, serán los servicios sanitarios los que realicen el diagnóstico clínico, confirmando o no la presencia de un trastorno.
En el capítulo 11, Trastornos disruptivos, de control de los impulsos y de la conducta, se incluyen las siguientes afecciones que se manifiestan con problemas en el autocontrol del comportamiento y las emociones:
El Trastorno Negativista Desafiante (TND)
El Trastorno Explosivo Intermitente (TEI)
El Trastorno de Conducta (TC)
El Trastorno de la Personalidad Antisocial
La piromanía
La cleptomanía
Otros trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta especificado y no especificado